jueves, 31 de enero de 2008

El Traductor

- Mi Teniente, déjeme a mí, dice el Cabo de Carabineros Rolando Caroca, yo le entiendo todo lo que dice este hombre.

Era el Cabo Caroca un hombre de más o menos unos 45 años, con 25 años de servicio en la Institución. Su escasa instrucción y la falta de interés por superarse lo mantenían en este grado pese al tiempo transcurrido. Sin embargo era un funcionario trabajador, honrado y cumplidor de sus obligaciones. Por supuesto que se le complicaban aquellas funciones para las que se requería una mayor preparación profesional o las que significaban un adelanto tecnológico cuyo funcionamiento no lograba comprender.

Trabajaba en un Destacamento rural y se sentía cómodo en ese ambiente campesino y sencillo. Era respetado y querido por la gente del sector, precisamente por su simpleza y eso le confortaba suficiente y le permitía llevar una vida sin sobresaltos en su rutina diaria y medianamente feliz.

- ¡Cabo Caroca!

- Ordene mi Teniente.

- ¿Usted está de primer turno?

- Sí, mi Teniente.

- Bien. Salga entonces a la población y dé cumplimiento a estas órdenes judiciales, ordenaba el Teniente Riquelme, al tiempo que le pasaba una veintena de documentos de citación emanados de los tribunales.

- A su orden mi Teniente. Recibía los documentos y salía a darle cumplimiento a las disposiciones judiciales y no regresaba al Cuartel hasta que los había cumplido en su totalidad, sin importarle cuanto tiempo demorase en ello, ni cuanto tuviese que caminar. Muchas veces salía a las 08,00 horas y regresaba a las 18,00 o 19,00 horas, sin haber comido en todo el día y haber caminado sin descansar durante esta inmensa jornada. Llegaba hecho una calamidad. Se daba una ducha y después se sentaba en una silla y metía los pies en un lavatorio con agua fría y sal, para que se le deshincharan. Nunca se quejaba, ni lamentaba, ni pedía que ese trabajo lo hiciera otro. El conocía sus capacidades y las de los demás, de modo que entendía que cada uno hiciera lo suyo.

Cuando le correspondía servicio de Guardia, la situación se le complicaba un poco más, ya que tenía que atender a las personas que concurrían a presentar reclamos o a denunciar hechos delictuales y de todo ello debía dejar constancia escrita. Los problemas que tenía con el lápiz le dificultaban la existencia.

Además de lo anterior, hacía apenas un mes que habían instalado una radio en el Destacamento y el manejo de ésta le ponía nervioso. No podía comprender cómo era posible que hablándole a un aparato, en otro lugar le escucharan y respondieran. En la radio común se escuchaba solamente y no había forma de comunicarse con los locutores, pero acá el asunto era distinto.

- Corcolén a Salsipuedes…Corcolén a Salsipuedes…Corcolén a Salsipuedes, repetía Caroca, con voz temblorosa de nervios.

- Adelante Corcolén.

- De aquí p”allá Cabo Caroca. De allá p”acá quién habla.

- Carabinero Arce, mi Cabo. Ordene.

- Era pa decirle que mi Teniente ordenó que el Jefe de Retén se apersone por la Tenencia mañana a primera hora.

- OK mi Cabo.

- Por acá también OK.

El resto de los funcionarios se reía de esta forma de hablar por radio que tenía Caroca y muchas veces lo llamaban sólo para eso.

Pero en otras muchas ocasiones, era consultado si conocía a tal o cual persona y en esto no había quien le superara, ya que con sus interminables recorridos cumpliendo órdenes judiciales, prácticamente ubicaba a todos los habitantes del sector, con su actividad y domicilio; y este conocimiento había servido, en mas de alguna oportunidad, para dilucidar casos policiales bastante importantes.

Esa tarde, la chacota en el Cuartel, se salía de todos los márgenes lógicos. Las risotadas que daban los funcionarios se deben haber escuchado, por lo menos, desde una cuadra.

El Teniente Riquelme, que vivía al lado del Destacamento y había concurrido a su casa a tomar once, se preocupó del alboroto existente y dejando de lado una taza de té que se aprestaba a tomar, concurrió hasta la Guardia con la finalidad de poner orden y llamar a la cordura.

- ¿Qué significa este tremendo desorden que tienen aquí?

- Lo que pasa mi Teniente, contestó el Carabinero Montecinos que se encontraba de Guardia, es que este joven, señalando a un individuo que se encontraba en el lugar, viene a hacer una denuncia y nadie puede entender lo que dice, porque es sordomudo.

- Está bien. Pero ello no debe ser motivo de tanta risa, que seguramente a él le debe parecer más bien burla.

- Es que usted no ha visto, mi Teniente, las gesticulaciones que hace tratando de explicarnos su reclamo.

- Cualquier cosa que haga, debemos tratar de interpretarlo con seriedad y no en la forma que se está haciendo.

- Pero mírelo, mi Teniente, a ver si usted logra mantenerse serio.

- Está bien, yo intentaré adivinarle y dirigiéndose al sordomudo, le consulta: ¿Usted me entiende a mi?. El Teniente hablaba lento y modulaba bien las palabras, mientras el resto de los funcionarios se mantenían a la expectativa, esperando los acontecimientos para lanzar las carcajadas.

- El sordomudo movió la cabeza de arriba abajo, en señal de afirmación, al tiempo que emitía un sonido ininteligible.

- ¿Cuál es su problema? Continuó Riquelme con igual formalidad.

- El sordomudo comenzó a emitir unos sonidos estridentes estirando exageradamente los labios y poniendo las manos vueltas hacia arriba con los dedos doblados. Miraba al Teniente, esperando que éste, indicara su comprensión para continuar.

- ¿Le duelen los testículos? Le consultó, con ceño.

Los funcionarios, a coro, lanzaron una tremenda carcajada tan sonora como las anteriores.

- Eso ya se lo preguntamos, agregó Montecinos.

- El sordomudo moviendo la cabeza de lado a lado, indicó que no.

- ¡Ahhh! Exclama el Teniente, lo hicieron chiflar. (jugarreta infantil en la que le tomaban los testículos a un niño y sin soltárselos se le exigía silbar.)

Nuevas risotadas de los Carabineros. En realidad se reían tanto, que hubo un par que tuvo que ir a orinar, para no hacerse en los pantalones.

- Nuevamente un gesto negativo del sordomudo.

- ¡Putas que me tiene confundido! ¿Qué fue lo que le pasó? Le consultó de nuevo.

- Nueva gesticulación del sordomudo, similar a la anterior.

Se notaba que el hombre hacía grandes esfuerzos por tratar de darse a entender y ello lo llevaba a gesticular de manera tan ridícula, que era imposible evitar reírse.

Por otra parte, el Teniente también se había tentado de la risa y ya se sumaba a las carcajadas de los demás. Pero a pesar de ello, todos hacían esfuerzos por tratar de interpretar las muecas, sonidos y movimientos del sordomudo, sin que lograran adivinarle ni siquiera la primera gesticulación.

Con el alboroto que tenían, nadie se había percatado que, en esos momentos, se venía recogiendo al Cuartel el Cabo Caroca, después de su trabajo habitual con las órdenes judiciales y presenciaba el verdadero chiste que se estaba desarrollando.

- Mi Teniente, déjeme a mi, dice Caroca, yo le entiendo todo lo que dice este hombre.

- Y por qué le entiende ¿Acaso lo conoce también?

- Si mi Teniente, lo conozco. Vive en la hijuela El Boldal de Panquehue. Es hijo de don Hermógenes González y se llama Sergio.
- A ver, inténtelo usted, entonces.

Caroca se paró frente al sordomudo y le formuló la misma pregunta que ya tantas veces le habían repetido: ¿Qué te pasó?. Habló con la más absoluta normalidad, ni modulando, ni gesticulando. Parecía que sólo le interesaba que el sordomudo le estuviese mirando.

-Por enésima vez el individuo estiró los labios y emitió un raro sonido muy fuerte.

- Caroca le dijo: Se trata de un chancho. ¿De quién es el chancho?

- El sordomudo asintió y mostró una expresión de satisfacción, al tiempo que se indicaba a sí mismo.

- ¿Y qué pasó con el chancho?

- Sergio nuevamente se indicó a si mismo y puso las manos hacia arriba con los dedos doblados. Dio un paso al lado y uniendo los dos pulgares y los dos índices, los estiró tratando de representar una vagina y emitiendo los mismos sonidos guturales anteriores. Acto seguido, unió el índice y el pulgar de su mano izquierda formando un aro e introdujo repetidas veces el índice de su mano derecha.

- Caroca, que seguía con mucha atención las gesticulaciones, procedió a traducir: Tú eres dueño de un chancho y tu vecino tiene una chancha. Procedieron a cruzarlos.

- Asintió Sergio y continuó. Sin dejar nunca de emitir los ruidos, que ahora se comprendía trataban de imitar los de los chanchos. Nuevamente unió sus índices y sus pulgares indicando el sexo, después se puso las manos sobre su vientre y se echaba hacia atrás, señalando claramente que la chancha había quedado preñada. Mirando a Caroca, esperaba que éste fuera traduciendo.

- Ya, dice Caroca. La chancha quedó preñada. ¿Y qué pasó después?

- Poniendo la mano con los dedos estirados hacia el frente, la subía y bajaba como quien indica que está haciendo un corte.

- Bien. Se iban a medias.

- Sergio abre y flecta un poco las piernas y con las manos hace ademanes como sacándose algo de la entrepierna, al tiempo que sus ruidos se hicieron mas agudos y más suaves, menos estridentes. Indicó por último, con los dedos, el número seis.

- La chancha parió seis chanchitos. ¿Y?

- Con los dedos indica el número cuatro e inmediatamente hace la señal de los testículos. Después el número dos y la señal de la vagina. Esta vez los sonidos eran igualmente suaves.

- Parió cuatro machos y dos hembras. Pero todavía no me dices cuál es el problema.

- Una señal de pare, le indica a Caroca que vaya con calma. Un paso al lado, la indicación de la vagina y el número uno y la indicación de los testículos y el número uno. Los ruidos cesaron y Sergio estiró los labios y comenzó a tirar besos al aire, al tiempo que agitaba las manos puestas hacia delante, como sacudiéndolas y después tapándose los ojos.

- A ver. El vecino se llevó en un carretón con caballo, una chanchita y un chanchito, durante la noche.

- Asintió Sergio, al darse cuenta que había sido interpretado a la perfección y continuó. Volviéndose hacia un costado gesticulaba como si estuviese conversando con alguien y después abría los brazos, cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás.

- Hablaste con el vecino y te dijo que los chanchitos habían muerto.

- Asintió Sergio. Se indicaba a sí mismo y ponía su índice en uno de sus ojos como abriéndoselo.

- Tú lo viste.

- Asintió.

- Eso es todo. Concluyó Caroca.

El Teniente Riquelme estaba verdaderamente sorprendido de la capacidad del Cabo Caroca para interpretar tanta gesticulación y ruidos raros y guturales que emitía el sordomudo, sin haberse equivocado ni una vez siquiera. Le parecía increíble que este hombre, sin tener conocimiento técnico alguno, hubiese sido capaz de traducir casi palabra por palabra, lo expresado por el sordomudo.

Claro, cuando Caroca iba traduciendo, el resto de los funcionarios se iban dando cuenta que las gesticulaciones que había hecho el sordomudo, cuadraban perfectamente; pero cuando no estaba Caroca, daban palos de ciego tratando de adivinarle. Las risas se terminaron y todos quedaron boquiabiertos con esta inédita habilidad mostrada por su compañero.

Se cursó el parte al Tribunal ya que el sordomudo fue capaz de darse a entender al hacer su denuncio y fue citado para el día siguiente.

El problema ahora fue para el Tribunal, en iguales términos que lo había sido para los Carabineros el día anterior y no pudiendo solucionar el problema, consultaron cómo y quién había recibido ese denuncio.

La Jefatura de Carabineros mandó al Cabo Caroca a entrevistarse con el Juez, para que le explicara cómo sabía lo que el sordomudo quería decir.

- Dígame Cabo, le consultó el Juez ¿Cómo ha logrado usted entenderle a este individuo?. Aquí en el Tribunal, nadie ha podido descifrarle una sílaba. No logro comprender cómo lo ha hecho.

- Es curioso, pero lo que yo no entiendo, Sr. Magistrado, dijo Caroca, es ¡¡cómo ustedes no le pueden entender!! Si para mi, el hombre habla clarito.

Se dice que desde entonces, cada vez que en el Tribunal tienen un problema similar, mandan a buscar al Cabo Caroca, apodado desde entonces como EL TRADUCTOR.











No hay comentarios.: