domingo, 6 de abril de 2008

EL BOCHORNO DE USIA

Es un típico pueblo provinciano donde todos se conocen o tienen un conocido común; donde las finanzas de cada uno pareciera que están publicadas en la plaza principal; donde los disgustos entre las personas constituyen los obligados temas de la farándula local; donde se comenta hasta el tipo de ropa interior que usan las autoridades; donde la peluquería unisex es el centro de emisión de los acontecimientos; donde los amores secretos son públicos; donde todo se agranda o todo se achica, pero nada está catalogado en su justa dimensión; donde el que tiene dinero “se lo ganó traficando drogas” o “es usurero”; y el que tiene solamente una amante es “homosexual” y la amante es para esconder su desviación.

¿Qué se puede ocultar en este pueblo?

Simplemente, nada. Ni el carácter, ni las mañas, ni los vicios, ni las debilidades, ni los gustos y con mayor razón la religión ni la tendencia política.

Todos saben cómo agradar a una autoridad o cómo disgustarla.

Así, por ejemplo, para estar bien y conseguir algo en la municipalidad, hay que invitar al Alcalde a un asado campestre. Los disfruta más que en su casa porque tiene el convencimiento que compartiendo un trago y un pedazo de carne con el pueblo, se gana los votos. Y por supuesto que la invitación debe hacerse extensiva a un par de amigos que le son inseparables y que le avivan la cueca y le encuentran la razón en todo.

Al Agente del Banco, hay que regalarle algo relacionado con el Colo Colo, camiseta, banderín, insignia o lo que sea y al dueño de la tienda San Enrique, lo mismo, pero de la U de Chile. Sin que sean enemigos, son rivales en lo deportivo y se hacen bromas y mandan recados según haya ganado o perdido el club de sus amores. Aún no se envían los mensajes y el poblador ya los conoce.

Al Presidente del Rotary Club le gusta ser centro de mesa y hacer uso de la palabra. Es, entonces, imperdonable para él asistir a una reunión social, sin que se le pida hablar, aunque sea para hacer un brindis y todos saben que esa es su única habilidad.

En cambio, el Presidente del Club de Leones es el polo opuesto. Quitado de bulla, no le gusta aparecer en la prensa y le carga hacer uso de la palabra; pero es sumamente ejecutivo, con mucha iniciativa, creador de ideas y con gran capacidad de liderazgo.

Los integrantes del Club de Leones hacen bromas diciendo que el Presidente de los Rotarios es el portavoz del Presidente de Los Leones. Felizmente mantienen buenas relaciones sociales y la gran mayoría de ellos son amigos.

En esta forma podrían analizarse las autoridades una por una e igual cosa hacerse con los vecinos destacados o integrantes de algún círculo social determinado, porque todo, todo, todo se sabe, se exagera o simplemente se inventa y por supuesto se divulga.

- Señor Jorquera, tráigame el expediente cuatro treinta y dos guión cero setenta y cinco, caratulado Urzúa contra Matamala. Rápido porque el tiempo no sobra.

- De inmediato señor Magistrado, contesta el Actuario Jorquera. Se disculpa con una persona a la que tomaba declaración y al instante se dirige al archivo en busca del expediente pedido por su Jefe el Juez del Crimen don Ismael Fonseca Ruiz.
El Actuario Jorquera, los otros actuarios y en general todos los funcionarios del Juzgado del Crimen, respetan y sobre todo temen al Magistrado, porque le conocen muy bien y han experimentado sus violentas reacciones mas propias de un esquizofrénico que de una persona normal. Tanto así, que en una oportunidad, en un arranque de cólera, dio un golpe de puño sobre su escritorio, con tal fuerza, que se quebró dos dedos.

Don Ismael es un hombre distinto. El está fuera y alejado de la descripción de cualquier otro personaje. No encaja con nadie y nadie se parece a él. Es único e inimitable.

Tiene un genio de los mil demonios. Todo, absolutamente todo, le parece mal; todas las personas son delincuentes potenciales, sólo les falta la oportunidad; todas las personas son flojas e irresponsables y actúan únicamente por la presencia del jefe; todo está mal hecho e irremediablemente le toca a él solucionarlo; todos son incapaces de mantener una conversación inteligente porque sufren de una ignorancia supina; todos practican un materialismo exasperante y actúan movidos únicamente por intereses personales; todos, hombres y mujeres, dominados por su naturaleza animal, son infieles e inmorales, incluido el Cura Párroco; y nadie tiene méritos suficientes para compartir con él, ni siquiera en una reunión social, porque carecen de modales de urbanidad, desconocen las más elementales normas de cortesía e ignoran las bases del protocolo.

La gente comenta, jocosamente, que ni siquiera un regimiento de payasos le saca una sonrisa y otros dicen que le sacaron los músculos de la cara que provocan esta expresión. El asunto es que el personaje es grave al máximo y de ahí nadie lo saca.

Ante este comportamiento, por supuesto que no hay quien se le acerque con fines amistosos y ya ni siquiera se le reserva su lugar en las actividades sociales oficiales, porque todos saben que no asistirá, aunque naturalmente se le invita por escrito como corresponde y él, también por escrito, irremisiblemente, se excusa.

Por todas estas razones don Ismael es una persona solitaria y aunque es casado, jamás nadie ha conversado con su esposa ya que no pone un pié fuera de la casa ni siquiera para comprar el pan.

Todos los días viernes, alrededor de las diecisiete horas sale en auto con su esposa, en dirección desconocida y regresa el lunes a las nueve de la mañana puntualmente a su trabajo.

Se presume que las compras propias de la casa las efectúan los fines de semana, porque nunca han sido vistos ni siquiera en la farmacia del pueblo.

La vida de los habitantes de este pueblo, continúa con su aletargada rutina interrumpida ocasionalmente por algún hecho amoroso que saltó al comentario popular con caracteres de escándalo; porque algún comerciante agobiado por los cheques sin fondos se fue del pueblo con destino desconocido; por el fallecimiento de algún personaje con cierto renombre; o por la ocurrencia de algún hecho policial atípico del sector.

- ¿Qué se le ofrece señor? ¿En qué le puedo servir? Consulta amablemente el Sargento Segundo Valderrama a un individuo que se acerca a la guardia de la Comisaría de Carabineros del lugar.

- Vengo a poner una denuncia señor.

- A ver, cuénteme qué le pasó.

- Resulta, mi Sargento, que mi hijo de trece años salió en mi bicicleta a hacer una compra que le encargó su mamá y en la esquina de las calles Prat con Egenau, lo paró un individuo alto, macizo y moreno y le quitó la bicicleta, le dio una palmada en la cabeza y se fue.

- ¿A qué hora ocurrió esto?

- Recién no más, mi Sargento, debe hacer unos veinte minutos, es decir como a las dieciséis horas.

- ¿Le dio algún otro dato el niño que nos sirva para identificar al ladrón?

- A mi no me dijo nada más, pero si usted quiere lo hago pasar porque está ahí afuera esperándome.

- Muy bien, que venga.

- ¿A ti te robaron la bicicleta? Consulta Valderrama.

- Si señor, responde el muchacho un poco acoquinado.

- Y me podrías decir ¿Cómo andaba vestido el ladrón?

- Si señor. Andaba con un pantalón de mezclilla azul marino, con una chomba azulina con una franja blanca en el pecho y con bototos negros.

- ¡Perfecto…así me gustan los chiquillos, que sean bien avispados!

Valderrama tomó el micrófono del equipo de radio y dio la información al Jefe del Turno, Sargento Segundo Arias y una vez concluido este trámite comenzó a dejar la constancia correspondiente al hecho denunciado.

El resto de la tarde transcurrió sin que se registraran hechos importantes de ninguna naturaleza.

Más o menos a las veinte horas el Sargento Arias llegó al Cuartel con un detenido alto, macizo y moreno que vestía pantalón de mezclilla azul marino y chomba azulina con una franja blanca en el pecho, que fue sorprendido transitando en una bicicleta que coincidía también con las características de la bicicleta robada. Es decir no cabía duda alguna que se trataba del ladrón de la bicicleta, más aún cuando –según el Sargento Arias- no había dado explicación suficiente sobre el origen de la bicicleta.

- ¿Y qué explicación quiere que le de? Si este hombre es retrasado mental. Si es conocido en el pueblo y todos conocen su condición. Cómo voy a dejar detenido a este hombre por robo si no sabe lo que hace.

- Así será, retruca Arias, pero ha sido sorprendido con un objeto que él robó haciendo uso de la fuerza.

- Está bien, pero el hombre no raciocina. No es capaz de discriminar entre el bien y el mal. ¿Quiere que le haga solo una pregunta? ¿A ver, hombre, dónde vives tú?

- En mi casa po ¿o vos creís que vivo en otro lao? Contestó el detenido con una voz que era un verdadero balido de una cabra.

- ¿Se da cuenta Arias? Si a este huevón le faltan los puros cachos para ser un chivo, si hasta el olor lo tiene.

En realidad Valderrama no quería ingresar como detenido por robo a este pobre hombre malo de la cabeza. Tenía que meterlo al calabozo y mantenerlo ahí toda la noche hasta que fuera trasladado al tribunal más o menos a las 09,00 horas de la mañana, lo que constituía una tremenda responsabilidad ya que con las personas así nadie sabe como van a reaccionar. Ya el solo hecho de tenerlo en el cuartel significaba un potencial problema.

- Yo lo lamento mucho, dice Arias, pero a nosotros no nos corresponde calificar la condición mental del detenido. Eso lo tendrá que determinar el Juez, en base a exámenes psiquiátricos que él ordenará.

- Si eso yo lo se, pero si conocemos la condición de este individuo, bien podemos dejarlo en libertad y en el Parte al Juzgado hacerle presente al Magistrado que el inculpado es una persona demente.

- Yo insisto en que eso no corresponde y le voy a poner otro ejemplo. Si este hombre hubiese matado a alguien ¿Usted lo pone en libertad porque el hombre es tonto? ¿No ve que de una u otra forma constituye un peligro para la sociedad y que tiene que ser el Juez el que determine su destino? A lo mejor lo manda al manicomio y no a la cárcel.
- Está bien, creo que me convenció y así lo voy a hacer. El hombre pasará directo de la Comisaría al Tribunal.

Felizmente durante la estadía del detenido en el Cuartel no hubo problema alguno y al día siguiente a las 09,00 horas el detenido fue entregado al Tribunal con la documentación correspondiente.

El Tribunal se encuentra ubicado en el mismo recinto de la cárcel y comunicado con ésta por el interior, de modo que los detenidos son pasados al Juez por funcionarios de Gendarmería. Funciona en un salón rectangular grande con un estrado en el fondo sobre el cual se encuentra un escritorio antiguo, grande, majestuoso y detrás un mueble biblioteca lleno de Códigos y Tratados de Derecho. Bajo el estrado y por ambos costados hay tres escritorios bastante más pequeños donde los Actuarios trabajan tomando declaraciones.

El Magistrado don Ismael Fonseca, como era su costumbre, revisaba detenida y prolijamente la documentación llegada de la Comisaría. Sus lentes ópticos de marco metálico redondo, se desplazaban un poco hacia abajo por su nariz aguileña; su frente siempre con ceño; y las mandíbulas apretadas –como si temiese que se le abriera la boca- le remarcaban los músculos a los costados de su rostro, dándole un aspecto de enojo permanente y de fiereza incontrolable.

Sólo se escuchaba el seco golpeteo de las teclas de las máquinas de escribir antiguas que los Actuarios manejaban con una rapidez y maestría digna de admiración.

- ¡Señor Jorquera! Ordene que traigan a mi presencia al detenido por el robo de una bicicleta. A este bandido lo voy a interrogar personalmente.

Antes de dos minutos, ingresa un Gendarme llevando al detenido por el robo de la bicicleta y se para a dos metros del estrado donde estaba el Magistrado, observándolo por sobre los lentes.

Después de hacerle un minucioso examen corporal, como tratando de formarse una idea de la psiquis de este hombre, el Magistrado lo mira directamente a los ojos, con mirada de hipnotizador tratando de amedrentarlo y con voz potente y clara, que por supuesto se escuchó en todo el salón, le lanza la pregunta que a todos sorprendería por su precisión: ¿Así que tú te robaste una bicicleta?

El detenido parece que ocupó su voz lo más caprina posible y con similar potencia a la empleada por el Juez, le contestó: ¡¡¡MEEE ESTAI MAS GUEON!!!

El Juez, saltó de su sillón con los brazos en alto y las manos empuñadas, los lentes se le cayeron y con voz estridente y colérica gritaba: ¡¡Saquen de mi presencia a este estúpido!! ¡¡A la cárcel por desacato!! ¡¡Insolente, atrevido, grosero, imbécil!! Vociferaba todo lo anterior al momento que salía del recinto para no volver hasta el día siguiente.

Una vez que el Juez se retiró, las carcajadas no pararon durante toda la mañana y por supuesto que a la media hora todo el pueblo estaba enterado del bochorno de Usía.


Original de
ANTONIO SANDOVAL LENA


















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