La semana pasada pasó algo increíble. Tan increíble, que recién ayer me desocupé de contarlo a mis amigas.
Venía llegando de la escuela, muerta de hambre e imaginando el pan con queso que iba a devorar de entradita, cuando vi. que había tremendo escándalo en la puerta de mi casa. Estaba mi abue afuera, aleteando como una gallina clueca (supongo, porque nunca he visto una gallina en vivo y no sé que significa “clueca”) y diciéndole a la vecina algo sobre un melo-noséque que había en el living de mi casa.
Yo preferí darme la vuelta y entrar por el patio de atrás, porque no me gusta cuando la gente está así toda sulfurada y gesticuladora, además la vecina me cae pésima y no tenía ganas de estar poniendo cara de niña simpática. Y además seguro se ponía a preguntarme como me ha ido en el colegio y si por fin ya tengo pololo y puras tonteras que me cargan y que me dan rabia y de puro imaginarlo ya me enojé y cuando me enojo me da hambre y como ya venía con hambre, fue peor, se multiplicó por millón.
Entonces entré a la cocina y mientras hurgueteaba buscando pan, escuché que mi abue y la vecina entraban haciendo mucho ruido y cerrando y abriendo todas las puertas y ventanas muchas veces. Todo me parecía tan raro, pero eso no era nada al lado de lo que mis oídos iban a escuchar en los siguientes minutos.
- “no le hemos dicho a los niños para que no se asusten”, dijo mi abue como con hipo y siguió –“pero esto viene pasando desde la semana pasada y es todos los días a la misma hora”.
- “pero ¿llamaron a carabineros?” dijo la señora Carmen –la vecina, intrusa además de pesada-
- “no, todavía no, es que no sabemos bien si habrá que llamarlos a ellos, a los bomberos o al padre Manuel mejor”
Yo escuchaba este diálogo sin sentido y no llegaba a imaginarme qué cosa sería tan grave y tan confusa a la vez, como para que no supieran qué hacer.
-“mi hija me dijo que si hoy se repite esta cuestión le va a decir no más a mi yerno para que él vea cómo lo solucionamos y para que nos proteja, porque uno nunca sabe las cosas que los fantasmas pueden hacer…”
¡¡FANTASMAS!! Dios mío, ¿fantasmas? No podía creer lo que acababa de oír. No sabía si ponerme contenta o si arrancar del susto.
Me di cuenta que al poco rato ya no escuchaba más la conversación de mi abuela con la señora Carmen, sino sólo mis latidos cardíacos, tan intensos que parecía que me iban a reventar el pecho. Se me olvidó el pan con queso (bueno, alcancé a comerme la mitad) y salí como bólido a buscar a mi hermana para preguntarle si sabía algo al respecto.
Con el corazón latiendo a mil y la boca seca después de tanto correr, llegué a la tienda donde trabaja mi hermana mayor (ella es muy adulta ya, tiene 17 y está juntando plata para irse de vacaciones con unas amigas), pero estaba lleno de clientes y cuando está así de ocupada no me da bola. Yo me paré detrás de una señora llena de bolsas y me hice pasar por clienta desordenando el estante de los sweater como si buscara algo, pero ella me miró con cara de “deja de jugar aquí o si no me voy a enojar” y no pude acercarme lo suficiente para preguntarle acerca del misterio terrorífico que acechaba nuestra casa.
Decepcionada, aun nerviosa y con taquicardia, decidí que no sacaba nada con desesperarme y me fui a tomar un helado para hacer hora hasta que mi hermana saliera del trabajo o mi mamá regresara a la casa. Esperar al papá ni pensarlo, porque él llega de noche y muy cansado y la noche seguramente es el horario en que el fantasma ataca… aunque no tengo la seguridad, porque no me quedé escuchando el resto de la conversación de mi abuela.
Después de dos helados y una coca cola –tenía tanta hambre que valió la pena gastarme toda la plata que me quedaba para la semana- me devolví a la casa esperando que la mamá ya hubiera regresado.
En el camino me fui pensando en el fantasma: ¿será hombre o mujer? ¿Será niño o adulto? ¿Estará enojado, triste o aburrido? ¿Querrá que abandonemos la casa o quiere hacerse amigo de nosotros? ¿Hace cuantos años se habrá muerto? ¿Tendrá familia viva y a lo mejor quiere contactarse con ellos? ¿Desde cuando vive en la casa?... Uffff! Tenía la cabeza llena de preguntas inolvidables y urgentes y las manos pegoteadas de helado de piña.
Llegué a la casa casi oscuro y tengo que confesar que me dio susto desde una cuadra antes. Caminé lo más silenciosamente que pude, tratando de recordar mis lecciones de karate de cuando era chica –en verdad lo hice creyéndome ninja- y para estar en la posición de ventaja en caso de encontrarme con algo inesperado: tenía que manejar yo el factor sorpresa.
Me imaginaba que afuera de mi casa quizás estaría lleno de carros de bomberos, o de policías de fuerzas especiales o tal vez una congregación completa de curas tratando de exorcizar mi living y aliviar el vagabundeo del alma en pena que nos tenía de caseros. Escuché una vez de un fantasma pirómano que se lo pasaba armando incendios en la casa donde penaba, hasta que un día hizo su gracia a una hora que no había nadie y el fuego se extendió muy rápido por todas partes y la casita se quemó entera. Yo espero que el de mi casa no sea maniático de algo y si lo es, que se busque algo original como llenar los maceteros con dulces o hacer mi cama todos los días. Pero, claro, supongo que existe alguna especie de “código del buen fantasma” que los obliga a hacer cosas que asusten y sea peligrosas como botar crucifijos, tocar el piano, dejar a la gente encerrada con llave, etc. (pensándolo bien, esas mismas cosas hacen mis primos chicos cuando vienen y no son nada de fantasmas, aunque sí bastante odiosos).
Después de hacerme la película completa, no me quedaba más que enfrentar la realidad: a 5 metros de mí, la puerta de entrada a mi casa. Nadie con cara de bombero/carabinero/exorcista en los alrededores. A lo lejos el ruido molestoso de los autos y los bocinazos, por la hora del taco y cerquita, sólo el maullido del Félix, el gato-quiltro angora de la vecina (gato pesado, intruso y rabioso, igual que la dueña).
Cada uno de los 8 pasos que me separaban de la puerta los di muy lento, como si un pie tuviera que pedirle permiso al otro para avanzar, tratando de olvidarme de los ruidos molestosos y concentrándome en los silencios, en busca de algún grito desgarrador o crujido de puertas o tintinear de cadenas arrastradas. Al menos quería escuchar algún “buuuuuu”, para saber que se trataba del fantasma, pero no había nada de nada. Rotundo silencio fantasmagórico, aunque el barrio, como ya dije, estaba bastante ruidoso a esa hora.
Miré todo con detención tratando de encontrar algún detalle que me sirviera de pista para identificar al fantasma, pero como ya era tarde, se puso oscuro lueguito y me ganó el susto. Total -pensé yo- si hay huellas estarán igual mañana y si estas desaparecen, ya se encargará el fantasma de dejar otras nuevas; y con ese pensamiento tan razonable me consolé de mi miedosidad y me sentí feliz de pensar como una adulta.
Finalmente entré a mi casa.
En el comedor estaban mi mamá, mi papá y mi abuela tomando once, lo que me recordó que yo tenía mucha hambre y que me había gastado la plata del resto de la semana en dos helados y una coca- cola. Pensé en pedirle al papá un adelanto de mesada, pero se me olvidó cuando me di cuenta que estaban hablando del fantasma. Entonces me apuré en sentarme para escucharlo todo, esta vez en la versión de la mamá.
La mamá empezó bien agitada a decir que esto no podía ser y que ella ya estaba asustándose y que no sé quien en su trabajo le había dicho que a los fantasmas se les espanta diciéndoles groserías, entonces ella se había pasado 2 horas echando garabatos al aire el sábado y aun así a las 18 hrs. el dichoso fantasma había venido y se había puesto a escuchar música, los 5 minutos de rigor. La abuela asentía con la cabeza y trataba de opinar, pero mi mamá estaba tan exaltada que no le dejaba espacio.
En eso mi papá se chorió y le dijo que se calmara, que no estaba entendiendo nada y que empezara de nuevo desde cero.
Así fue como me enteré de la definitiva historia del fantasma melómano.
Resulta, Gordito, que desde hace como 10 días, todas las tardes a las 6, poquito rato después que yo llego del trabajo, el equipo de música del living se enciende solo! Se escucha clarito el “click” de cuando uno lo enciende y luego el ruidito de la perilla del volumen, que se sube sola y se pone a sonar como por 5 minutos a todo chancho!
Mi papá se quedó callado 30 segundos y empezó a preguntar:
Te has fijado donde está el control remoto cuando eso pasa?
Sí, los 2 primeros días vi. que estaba al lado del equipo, pero para asegurarme, me lo llevé a la pieza y lo tengo adentro del velador.
Estas segura que no lo han tomado los niños y te están haciendo una broma?
Segura, pues! Si te digo que lo guardé en el velador y ya sabes que nadie se mete en mis cosas.
Revisaste si está programado con alarma para encenderse a las 18hrs durante 5 minutos?
Si, gordo (ya no le decía en diminutivo, entonces yo noté que estaba empezando a aburrirse de las preguntas del papá), obviamente que revisé eso, que crees que soy lesa? No está programado! Acuérdate que se echó a perder para tu cumpleaños cuando vino tu prima con esos demonios que tiene de hijos, que se pusieron a jugar con el equipo.
Me quieres decir entonces que después de revisar absolutamente todo lo que pudiese, de alguna forma, ser causal de encendido, no hay nada que lo justifique.
Absolutamente nada. Contesta la mamá . Te aseguro, además que he sido extremadamente prolija en chequear cada una de las situaciones reales y posibles causantes del hecho y todo se repite a diario misteriosamente. ¿No crees que sería oportuno llamar al curita para que, por lo menos, nos bendiga la casa y además nos enseñe como reaccionar frente a este problema?
Mi papa adoptando una actitud de suficiencia muy típica de el y –pareciera que- sintiéndose en un nivel superior dominador de la situación dijo: Por el momento no hagas nada. Déjame a mi manejar este asunto. Yo me arreglaré con el fantasma y después de la entrevista que tengamos, te aseguro que no molestara más.
La abue, mi mama y yo, nos miramos incrédulas. Nos sorprendió mi papa con su respuesta tan terrenal para un problema que, de terrenal, no tenia nada, pero como él siempre se ha creído poseedor de la razón, ninguna de nosotras nos atrevimos a hacer comentario alguno.
Ya veras, agrego mi papá, que mañana el fantasma habrá desaparecido para siempre y todo volverá a la normalidad.
Felizmente había tomado once y el hambre –por cierto- había desaparecido. Igual, a pesar de la promesa de mi papa de manejar la situación, yo no pude concentrarme en las tareas ni los estudios. El fantasma me llenaba todo el tiempo. Aparecía en mi mente y me hacia divagar sobre mil y una situación que pudiese suceder, desde muertes por infartos cardiacos debido al susto, hasta simples temores por buuues de improviso o bien sombras de aspecto tenebroso que se movían de un lado a otro sin sentido alguno. Después me costó una eternidad quedarme dormida, ya que no pensaba solo en mi sino también en mi abue y mi mama que –seguramente- estaban igual que yo llenas de incertidumbres por el problema tan atípico que nos tocaba enfrentar y al que, además, mi papa no le daba importancia alguna. Desperté un par de veces con deseos de ir al baño pero no me atreví a levantarme por temor a encontrarme a solas con el fantasma, corriendo –quien sabe- que peligros. Preferí correr el riesgo de hacerme pipi en la cama antes que levantarme. Por suerte no paso nada y la mañana –que se demoró en llegar- lo hizo sin que se hubiese registrado problema alguno. Claro que todos sabíamos que el fantasma aparecía alrededor de las 6 de la tarde y que antes de eso no daba señales de vida. Por cierto-también-que este conocimiento a uno no le quita el miedo ya que se piensa que los fantasmas son impredecibles y pueden cambiar sus hábitos en cualquier momento y aparecerse a deshoras.
Ya en la escuela, les conté a mis amigas más cercanas el terrible problema que nos aquejaba. En todos los recreos hablamos solo de este tema. Me aconsejaron mucho sobre como debía comportarme e incluso una de ellas-Marisol- dijo que estaba de acuerdo con mi mama en el sentido que había que decirles groserías para que dejaran de molestar; pero otra-Gloria- dijo que no era conveniente porque el fantasma podía ser solo un niño juguetón y travieso (lo que se podía presumir por el tipo de aparición que hacia) y en esos términos era contraproducente tratarlo groseramente. La verdad es que, después de clases, me fui a la casa sin saber a que atenerme. Todo era pura confusión y caos.
Ya en la casa, miraba a mi abue que aparentemente se hacia la desentendida del problema que se nos venia encima. Los minutos pasaban rápido antes que llegara mi mama, pero una vez que llegó, el reloj parecía no avanzar. El nerviosismo en nosotras era evidente. Nos mirábamos en silencio sin atrevernos a hablar por temor a no escuchar el momento en que apareciera el fantasma. El aire era espeso y hacia la respiración difícil. Las manos sudaban y temblaban ligeramente. Los ojos secos por falta de parpadeo (el hacerlo ya era una distracción que había que evitar.). El cuerpo aumentando la tensión a medida que se acercaba la hora del fantasma.
Mi mama, cada treinta segundos miraba el reloj. A ratos le daba unos golpecitos porque le parecía que el reloj se había detenido. El equipo de música no sonaba….todo estaba en calma y silencio. Llegó la hora. La mama lo dijo:”estamos en el momento preciso”. Mi abue y yo nos abrazamos y juntas aunque en silencio rezábamos para darnos valor. Mi mama, parece que también en silencio, decía las groserías más grandes que se le ocurrían e incluso inventaba algunas más grandes aun.
La hora pasó y el fantasma no apareció.
Estábamos sorprendidas, aunque no carentes de temor porque podía ser que el fantasma nos hubiera hecho una mala jugada y apareciera en cualquier momento.
Al poco rato volvió del trabajo mi papa y como ni se acordara del tema mi mama le hizo recordarse y le contó que el fantasma no había aparecido ese día.
¡Ah! Dijo mi papa. Yo les dije que me iba a entrevistar con él y que después de la entrevista no aparecería más. Y así ha sido.
Gordito…dice la mama…por que no cuentas que hiciste para que el equipo de música no sonara mas, porque te noté tan confiado, que ibas a solucionar el problema, que-ahora pienso- descubriste ayer lo que pasaba y eso te dio la tranquilidad suficiente hasta hoy día.
Efectivamente. Lo que sucedía, era lo siguiente: el equipo de música se encuentra ubicado frente a una ventana que da hacia el poniente, de modo que el sol entra y le da al equipo alrededor de las 6 de la tarde. Como la ventana tiene persiana, proyecta luz y sombra a medida que pasa por cada lámina de la persiana. Cuando la luz cae en el ojo que tiene el equipo para el encendido del control remoto (que funciona con luz ultravioleta) el equipo se enciende y permanece encendido mientras pasa la sombra. Al pasar nuevamente la luz (producto del movimiento solar hacia el ocaso) el equipo se apaga.
Lo que yo hice, fue cerrar la persiana de modo que no le de el sol al equipo, así éste no se encendió y por supuesto desapareció el fantasma.
Mi hermana, que vivía su propio mundo y que normalmente no participaba de las conversaciones familiares, parece que nunca se enteró de la situación que nos afligía o si lo llegó a saber, se hizo la desentendida.
Mis amigas quedaron sorprendidas del tratamiento que mi papa le dio al fantasma, pues nunca habían escuchado que los fantasmas desaparecían cuando se cerraban las persianas.
Original de:
Pilar Andrea
Y
Antonio Sandoval
Venía llegando de la escuela, muerta de hambre e imaginando el pan con queso que iba a devorar de entradita, cuando vi. que había tremendo escándalo en la puerta de mi casa. Estaba mi abue afuera, aleteando como una gallina clueca (supongo, porque nunca he visto una gallina en vivo y no sé que significa “clueca”) y diciéndole a la vecina algo sobre un melo-noséque que había en el living de mi casa.
Yo preferí darme la vuelta y entrar por el patio de atrás, porque no me gusta cuando la gente está así toda sulfurada y gesticuladora, además la vecina me cae pésima y no tenía ganas de estar poniendo cara de niña simpática. Y además seguro se ponía a preguntarme como me ha ido en el colegio y si por fin ya tengo pololo y puras tonteras que me cargan y que me dan rabia y de puro imaginarlo ya me enojé y cuando me enojo me da hambre y como ya venía con hambre, fue peor, se multiplicó por millón.
Entonces entré a la cocina y mientras hurgueteaba buscando pan, escuché que mi abue y la vecina entraban haciendo mucho ruido y cerrando y abriendo todas las puertas y ventanas muchas veces. Todo me parecía tan raro, pero eso no era nada al lado de lo que mis oídos iban a escuchar en los siguientes minutos.
- “no le hemos dicho a los niños para que no se asusten”, dijo mi abue como con hipo y siguió –“pero esto viene pasando desde la semana pasada y es todos los días a la misma hora”.
- “pero ¿llamaron a carabineros?” dijo la señora Carmen –la vecina, intrusa además de pesada-
- “no, todavía no, es que no sabemos bien si habrá que llamarlos a ellos, a los bomberos o al padre Manuel mejor”
Yo escuchaba este diálogo sin sentido y no llegaba a imaginarme qué cosa sería tan grave y tan confusa a la vez, como para que no supieran qué hacer.
-“mi hija me dijo que si hoy se repite esta cuestión le va a decir no más a mi yerno para que él vea cómo lo solucionamos y para que nos proteja, porque uno nunca sabe las cosas que los fantasmas pueden hacer…”
¡¡FANTASMAS!! Dios mío, ¿fantasmas? No podía creer lo que acababa de oír. No sabía si ponerme contenta o si arrancar del susto.
Me di cuenta que al poco rato ya no escuchaba más la conversación de mi abuela con la señora Carmen, sino sólo mis latidos cardíacos, tan intensos que parecía que me iban a reventar el pecho. Se me olvidó el pan con queso (bueno, alcancé a comerme la mitad) y salí como bólido a buscar a mi hermana para preguntarle si sabía algo al respecto.
Con el corazón latiendo a mil y la boca seca después de tanto correr, llegué a la tienda donde trabaja mi hermana mayor (ella es muy adulta ya, tiene 17 y está juntando plata para irse de vacaciones con unas amigas), pero estaba lleno de clientes y cuando está así de ocupada no me da bola. Yo me paré detrás de una señora llena de bolsas y me hice pasar por clienta desordenando el estante de los sweater como si buscara algo, pero ella me miró con cara de “deja de jugar aquí o si no me voy a enojar” y no pude acercarme lo suficiente para preguntarle acerca del misterio terrorífico que acechaba nuestra casa.
Decepcionada, aun nerviosa y con taquicardia, decidí que no sacaba nada con desesperarme y me fui a tomar un helado para hacer hora hasta que mi hermana saliera del trabajo o mi mamá regresara a la casa. Esperar al papá ni pensarlo, porque él llega de noche y muy cansado y la noche seguramente es el horario en que el fantasma ataca… aunque no tengo la seguridad, porque no me quedé escuchando el resto de la conversación de mi abuela.
Después de dos helados y una coca cola –tenía tanta hambre que valió la pena gastarme toda la plata que me quedaba para la semana- me devolví a la casa esperando que la mamá ya hubiera regresado.
En el camino me fui pensando en el fantasma: ¿será hombre o mujer? ¿Será niño o adulto? ¿Estará enojado, triste o aburrido? ¿Querrá que abandonemos la casa o quiere hacerse amigo de nosotros? ¿Hace cuantos años se habrá muerto? ¿Tendrá familia viva y a lo mejor quiere contactarse con ellos? ¿Desde cuando vive en la casa?... Uffff! Tenía la cabeza llena de preguntas inolvidables y urgentes y las manos pegoteadas de helado de piña.
Llegué a la casa casi oscuro y tengo que confesar que me dio susto desde una cuadra antes. Caminé lo más silenciosamente que pude, tratando de recordar mis lecciones de karate de cuando era chica –en verdad lo hice creyéndome ninja- y para estar en la posición de ventaja en caso de encontrarme con algo inesperado: tenía que manejar yo el factor sorpresa.
Me imaginaba que afuera de mi casa quizás estaría lleno de carros de bomberos, o de policías de fuerzas especiales o tal vez una congregación completa de curas tratando de exorcizar mi living y aliviar el vagabundeo del alma en pena que nos tenía de caseros. Escuché una vez de un fantasma pirómano que se lo pasaba armando incendios en la casa donde penaba, hasta que un día hizo su gracia a una hora que no había nadie y el fuego se extendió muy rápido por todas partes y la casita se quemó entera. Yo espero que el de mi casa no sea maniático de algo y si lo es, que se busque algo original como llenar los maceteros con dulces o hacer mi cama todos los días. Pero, claro, supongo que existe alguna especie de “código del buen fantasma” que los obliga a hacer cosas que asusten y sea peligrosas como botar crucifijos, tocar el piano, dejar a la gente encerrada con llave, etc. (pensándolo bien, esas mismas cosas hacen mis primos chicos cuando vienen y no son nada de fantasmas, aunque sí bastante odiosos).
Después de hacerme la película completa, no me quedaba más que enfrentar la realidad: a 5 metros de mí, la puerta de entrada a mi casa. Nadie con cara de bombero/carabinero/exorcista en los alrededores. A lo lejos el ruido molestoso de los autos y los bocinazos, por la hora del taco y cerquita, sólo el maullido del Félix, el gato-quiltro angora de la vecina (gato pesado, intruso y rabioso, igual que la dueña).
Cada uno de los 8 pasos que me separaban de la puerta los di muy lento, como si un pie tuviera que pedirle permiso al otro para avanzar, tratando de olvidarme de los ruidos molestosos y concentrándome en los silencios, en busca de algún grito desgarrador o crujido de puertas o tintinear de cadenas arrastradas. Al menos quería escuchar algún “buuuuuu”, para saber que se trataba del fantasma, pero no había nada de nada. Rotundo silencio fantasmagórico, aunque el barrio, como ya dije, estaba bastante ruidoso a esa hora.
Miré todo con detención tratando de encontrar algún detalle que me sirviera de pista para identificar al fantasma, pero como ya era tarde, se puso oscuro lueguito y me ganó el susto. Total -pensé yo- si hay huellas estarán igual mañana y si estas desaparecen, ya se encargará el fantasma de dejar otras nuevas; y con ese pensamiento tan razonable me consolé de mi miedosidad y me sentí feliz de pensar como una adulta.
Finalmente entré a mi casa.
En el comedor estaban mi mamá, mi papá y mi abuela tomando once, lo que me recordó que yo tenía mucha hambre y que me había gastado la plata del resto de la semana en dos helados y una coca- cola. Pensé en pedirle al papá un adelanto de mesada, pero se me olvidó cuando me di cuenta que estaban hablando del fantasma. Entonces me apuré en sentarme para escucharlo todo, esta vez en la versión de la mamá.
La mamá empezó bien agitada a decir que esto no podía ser y que ella ya estaba asustándose y que no sé quien en su trabajo le había dicho que a los fantasmas se les espanta diciéndoles groserías, entonces ella se había pasado 2 horas echando garabatos al aire el sábado y aun así a las 18 hrs. el dichoso fantasma había venido y se había puesto a escuchar música, los 5 minutos de rigor. La abuela asentía con la cabeza y trataba de opinar, pero mi mamá estaba tan exaltada que no le dejaba espacio.
En eso mi papá se chorió y le dijo que se calmara, que no estaba entendiendo nada y que empezara de nuevo desde cero.
Así fue como me enteré de la definitiva historia del fantasma melómano.
Resulta, Gordito, que desde hace como 10 días, todas las tardes a las 6, poquito rato después que yo llego del trabajo, el equipo de música del living se enciende solo! Se escucha clarito el “click” de cuando uno lo enciende y luego el ruidito de la perilla del volumen, que se sube sola y se pone a sonar como por 5 minutos a todo chancho!
Mi papá se quedó callado 30 segundos y empezó a preguntar:
Te has fijado donde está el control remoto cuando eso pasa?
Sí, los 2 primeros días vi. que estaba al lado del equipo, pero para asegurarme, me lo llevé a la pieza y lo tengo adentro del velador.
Estas segura que no lo han tomado los niños y te están haciendo una broma?
Segura, pues! Si te digo que lo guardé en el velador y ya sabes que nadie se mete en mis cosas.
Revisaste si está programado con alarma para encenderse a las 18hrs durante 5 minutos?
Si, gordo (ya no le decía en diminutivo, entonces yo noté que estaba empezando a aburrirse de las preguntas del papá), obviamente que revisé eso, que crees que soy lesa? No está programado! Acuérdate que se echó a perder para tu cumpleaños cuando vino tu prima con esos demonios que tiene de hijos, que se pusieron a jugar con el equipo.
Me quieres decir entonces que después de revisar absolutamente todo lo que pudiese, de alguna forma, ser causal de encendido, no hay nada que lo justifique.
Absolutamente nada. Contesta la mamá . Te aseguro, además que he sido extremadamente prolija en chequear cada una de las situaciones reales y posibles causantes del hecho y todo se repite a diario misteriosamente. ¿No crees que sería oportuno llamar al curita para que, por lo menos, nos bendiga la casa y además nos enseñe como reaccionar frente a este problema?
Mi papa adoptando una actitud de suficiencia muy típica de el y –pareciera que- sintiéndose en un nivel superior dominador de la situación dijo: Por el momento no hagas nada. Déjame a mi manejar este asunto. Yo me arreglaré con el fantasma y después de la entrevista que tengamos, te aseguro que no molestara más.
La abue, mi mama y yo, nos miramos incrédulas. Nos sorprendió mi papa con su respuesta tan terrenal para un problema que, de terrenal, no tenia nada, pero como él siempre se ha creído poseedor de la razón, ninguna de nosotras nos atrevimos a hacer comentario alguno.
Ya veras, agrego mi papá, que mañana el fantasma habrá desaparecido para siempre y todo volverá a la normalidad.
Felizmente había tomado once y el hambre –por cierto- había desaparecido. Igual, a pesar de la promesa de mi papa de manejar la situación, yo no pude concentrarme en las tareas ni los estudios. El fantasma me llenaba todo el tiempo. Aparecía en mi mente y me hacia divagar sobre mil y una situación que pudiese suceder, desde muertes por infartos cardiacos debido al susto, hasta simples temores por buuues de improviso o bien sombras de aspecto tenebroso que se movían de un lado a otro sin sentido alguno. Después me costó una eternidad quedarme dormida, ya que no pensaba solo en mi sino también en mi abue y mi mama que –seguramente- estaban igual que yo llenas de incertidumbres por el problema tan atípico que nos tocaba enfrentar y al que, además, mi papa no le daba importancia alguna. Desperté un par de veces con deseos de ir al baño pero no me atreví a levantarme por temor a encontrarme a solas con el fantasma, corriendo –quien sabe- que peligros. Preferí correr el riesgo de hacerme pipi en la cama antes que levantarme. Por suerte no paso nada y la mañana –que se demoró en llegar- lo hizo sin que se hubiese registrado problema alguno. Claro que todos sabíamos que el fantasma aparecía alrededor de las 6 de la tarde y que antes de eso no daba señales de vida. Por cierto-también-que este conocimiento a uno no le quita el miedo ya que se piensa que los fantasmas son impredecibles y pueden cambiar sus hábitos en cualquier momento y aparecerse a deshoras.
Ya en la escuela, les conté a mis amigas más cercanas el terrible problema que nos aquejaba. En todos los recreos hablamos solo de este tema. Me aconsejaron mucho sobre como debía comportarme e incluso una de ellas-Marisol- dijo que estaba de acuerdo con mi mama en el sentido que había que decirles groserías para que dejaran de molestar; pero otra-Gloria- dijo que no era conveniente porque el fantasma podía ser solo un niño juguetón y travieso (lo que se podía presumir por el tipo de aparición que hacia) y en esos términos era contraproducente tratarlo groseramente. La verdad es que, después de clases, me fui a la casa sin saber a que atenerme. Todo era pura confusión y caos.
Ya en la casa, miraba a mi abue que aparentemente se hacia la desentendida del problema que se nos venia encima. Los minutos pasaban rápido antes que llegara mi mama, pero una vez que llegó, el reloj parecía no avanzar. El nerviosismo en nosotras era evidente. Nos mirábamos en silencio sin atrevernos a hablar por temor a no escuchar el momento en que apareciera el fantasma. El aire era espeso y hacia la respiración difícil. Las manos sudaban y temblaban ligeramente. Los ojos secos por falta de parpadeo (el hacerlo ya era una distracción que había que evitar.). El cuerpo aumentando la tensión a medida que se acercaba la hora del fantasma.
Mi mama, cada treinta segundos miraba el reloj. A ratos le daba unos golpecitos porque le parecía que el reloj se había detenido. El equipo de música no sonaba….todo estaba en calma y silencio. Llegó la hora. La mama lo dijo:”estamos en el momento preciso”. Mi abue y yo nos abrazamos y juntas aunque en silencio rezábamos para darnos valor. Mi mama, parece que también en silencio, decía las groserías más grandes que se le ocurrían e incluso inventaba algunas más grandes aun.
La hora pasó y el fantasma no apareció.
Estábamos sorprendidas, aunque no carentes de temor porque podía ser que el fantasma nos hubiera hecho una mala jugada y apareciera en cualquier momento.
Al poco rato volvió del trabajo mi papa y como ni se acordara del tema mi mama le hizo recordarse y le contó que el fantasma no había aparecido ese día.
¡Ah! Dijo mi papa. Yo les dije que me iba a entrevistar con él y que después de la entrevista no aparecería más. Y así ha sido.
Gordito…dice la mama…por que no cuentas que hiciste para que el equipo de música no sonara mas, porque te noté tan confiado, que ibas a solucionar el problema, que-ahora pienso- descubriste ayer lo que pasaba y eso te dio la tranquilidad suficiente hasta hoy día.
Efectivamente. Lo que sucedía, era lo siguiente: el equipo de música se encuentra ubicado frente a una ventana que da hacia el poniente, de modo que el sol entra y le da al equipo alrededor de las 6 de la tarde. Como la ventana tiene persiana, proyecta luz y sombra a medida que pasa por cada lámina de la persiana. Cuando la luz cae en el ojo que tiene el equipo para el encendido del control remoto (que funciona con luz ultravioleta) el equipo se enciende y permanece encendido mientras pasa la sombra. Al pasar nuevamente la luz (producto del movimiento solar hacia el ocaso) el equipo se apaga.
Lo que yo hice, fue cerrar la persiana de modo que no le de el sol al equipo, así éste no se encendió y por supuesto desapareció el fantasma.
Mi hermana, que vivía su propio mundo y que normalmente no participaba de las conversaciones familiares, parece que nunca se enteró de la situación que nos afligía o si lo llegó a saber, se hizo la desentendida.
Mis amigas quedaron sorprendidas del tratamiento que mi papa le dio al fantasma, pues nunca habían escuchado que los fantasmas desaparecían cuando se cerraban las persianas.
Original de:
Pilar Andrea
Y
Antonio Sandoval